viernes, 15 de junio de 2012

EL PREMIO MERECIDO







EL PREMIO MERECIDO  


En un lejano país, el rey quería encontrar a un hombre leal y sincero, en quien pudiera confiar. Entonces hizo venir al palacio a cinco hombres que tenían fama de ser los más juiciosos de la ciudad. Cuando los tuvo enfrente les dijo:
-Los he reunido aquí porque deseo que me digan qué piensan de mi poder y mi gloria. Confío en que escucharé de sus labios la verdad.
Enseguida el rey extendió una mano en la que lucía cinco anillos con un gran diamante cada uno y agregó:
-¿Ven los cinco diamantes que adornan mis dedos? Este será el premio para ustedes por la sinceridad con que contesten mi pregunta.
Deslumbrados por el tamaño y el brillo de los diamantes, de inmediato cuatro hombres se deshicieron en elogios hacia el rey: que su poder y gloria no tenían igual; que ningún otro rey se le podía comparar en talentos y virtudes; que nunca había existido un héroe más grande que él. En fin, cada uno trataba de superar los elogios del otro.
Cuando acabaron de hablar, el rey se quitó cuatro de los anillos y los entregó a los cuatro hombres. Luego se dirigió al único que había permanecido callado y le dijo:
-Todavía queda un diamante. Quiero saber lo que piensas de mi poder y mi gloria.
El hombre respondió:
-Yo pienso que el poder que usted ostenta le pertenece al pueblo, que lo ha depositado en usted confiando en que sabrá hacer buen uso de él, buscando la felicidad de aquellos a quienes gobierna.  Recuerde que ellos le juzgarán con severidad si no se hace merecedor de la confianza que depositaron en usted. También pienso que su gloria será falsa y desaparecerá si no está basada en el fiel cumplimiento de sus deberes.
El rey respondió:
-A ti no te voy a dar el otro diamante, sino mi confianza y mi amistad.  Quiero que permanezcas a mi lado, ayudándome a cumplir con mis deberes, pues por fin he encontrado el amigo verdadero que buscaba, el que habla con la verdad.
A la mañana siguiente, los cuatro hombres que habían recibido los diamantes regresaron al palacio muy afligidos. Pidieron ver al rey y cuando éste los recibió, le dijeron:  -Fuimos donde un joyero para que valorara los diamantes que  usted nos entregó ayer, y asegura que son falsos. 
El rey respondió:
-Si, es cierto. Tan falsos como los elogios que ustedes me dedicaron...

Para pensar:
La confianza y la lealtad son dos virtudes maravillosa del ser humano.

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