viernes, 15 de junio de 2012

EL COFRE DE VIDRIOS ROTOS







EL COFRE DE VIDRIOS ROTOS

Erase una vez un anciano que había perdido a su esposa y vivía solo.
Había trabajado duramente como sastre toda su vida. Pero los infortunios lo habían dejado en bancarrota, y ahora era tan viejo que ya no podía trabajar.
Las manos le temblaban tanto que no podía enhebrar una aguja, y la visión se le había enturbiado demasiado para hacer una costura recta. Tenía tres hijos varones, pero los tres habían crecido y se habían casado, y estaban tan ocupados con su propia vida que solo tenían tiempo para cenar con su padre una vez por semana.
El anciano estaba cada vez más débil, y los hijos lo visitaban cada vez menos.
-No quieren estar conmigo ahora -se decía- porque tienen miedo de que yo me convierta en una carga.
Se paso una noche en vela pensando que seria de el y al fin trazo un plan.
A la mañana siguiente fue a ver a su amigo el carpintero y le pidió que le fabricara un cofre grande. Luego fue a ver a su amigo el cerrajero y le pidió que le diera un cerrojo viejo. Por último fue a ver a su amigo el vidriero y le pidió todos los fragmentos de vidrio roto que tuviera.
El anciano se llevo el cofre a casa, lo lleno hasta el tope de vidrios rotos, le echo llave y lo puso bajo la mesa de la cocina. Cuando sus hijos fueron a cenar, lo tocaron con los pies.
-¿Qué hay en ese cofre? preguntaron, mirando bajo la mesa. -Oh, nada -respondió el anciano-, solo algunas cosillas que he ahorrado.
Sus hijos lo empujaron y vieron que era muy pesado. Lo patearon y oyeron un tintineo. -Debe estar lleno con el oro que ahorro a lo largo de los años -susurraron.
Deliberaron y comprendieron que debían custodiar el tesoro. Decidieron turnarse para vivir con el viejo, y así podrían cuidar también de él. La primera semana el hijo menor se mudo a la casa del padre, y lo cuido y le cocino. A la semana siguiente lo remplazo el segundo hijo, y la semana siguiente acudió el mayor. Así siguieron por un tiempo.
Al fin el anciano padre enfermo y falleció.
Los hijos le hicieron un bonito funeral, pues sabían que una fortuna los aguardaba bajo la mesa de la cocina, y podían costearse un gasto grande con el viejo. Cuando termino la ceremonia, buscaron en toda la casa hasta encontrar la llave, y abrieron el cofre. Por cierto, lo encontraron lleno de vidrios rotos.
-Que triquiñuela infame! -exclamo el hijo mayor-. Que crueldad hacia sus hijos!
-¿Pero, que podía hacer? -pregunto tristemente el segundo hijo-.Seamos francos. De no haber sido por el cofre, lo habríamos descuidado hasta el final de sus días.
-Estoy avergonzado de mi mismo -sollozo el hijo menor-. Obligamos a nuestro padre a rebajarse al engaño, porque no observamos el mandamiento que el nos enseño cuando éramos pequeños. Pero el hijo mayor volcó el cofre para asegurarse de que no hubiera ningún objeto valioso oculto entre los vidrios. Desparramo los vidrios en el suelo hasta vaciar el cofre. Los tres hermanos miraron silenciosamente dentro, donde leyeron una inscripción que el padre les había dejado en el fondo: ¿QUIEN MUERE? 
Para pensar:
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del habito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia demarca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.
Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú.
Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en si mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante.
Muere lentamente, quien abandonando un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.
Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.
Pablo Neruda.


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